domingo, 6 de abril de 2014

Reflexión sobre la pintura

Cuando dibujo, todo aquello que está a mi alrededor se desvanece. Lo ignoro totalmente y es en el único momento en el que mi mente se pierde en un fondo blanco.
Cuando dibujo, empiezo por simples bocetos.
Cojo el lápiz e intento trazar aquello que quiero pintar.
Cuando algo me sale mal lo corrijo con la goma.
Cuando veo que el diseño va bien lo repaso con un bolígrafo de tinta.
Cuando está repasado, borro las marcas aún existentes del lápiz.
Y cuando ya no queda lápiz, uso mis lapiceros de colores para darle más vida al dibujo.

Pero cuando un dibujo sale mal no siempre se puede arreglar.
Has apretado demasiado con el lápiz.
Intentas borrarlo, pero queda marca.
En ese momento dices "no pasa nada", y sigues dibujando.
Añades más detalles para corregir tu error, pero luego queda muy recargado.
"No pasa nada", y lo repasas, "luego al darle color lo arreglo".
Lo pintas, lo ves bien a la vez que, de alguna manera, aunque lo hayas arreglado, esa marca de lápiz la sigues viendo.
"No pasa nada", te lo repites una y otra vez por el simple hecho de sentirte bien y piensas en darle sombras para contrastarlo más y que esa marca se vaya de alguna manera.

Da igual.
Te ha quedado un dibujo increíble, pero esa marca sigue ahí.
Pasas tu dedo por encima y la sientes.
No te sientes a gusto contigo misma, pero guardas el dibujo porque sabes que si lo rompes, lo tiras o lo quemas, el recuerdo de este seguirá en tu mente, y terminarás arrepintiéndote porque lo has desechado de tu vida.

Da igual lo que hagas, seguirá en tu vida de un modo u otro, y lo único que puedes hacer es mejorarlo, pero nunca saldrá igual.
Pero en mi vida he desechado ningún dibujo, puede que algún boceto o garabato, pero porque son simples ideas iniciales que pueden o no ser realizadas, y al final me he sentido orgullosa de mi misma por mantenerlo aquello, que a pesar de tener algún fallo he conseguido mantenerlo.

Pero hasta ahora nunca me había dado cuenta que trazaba un camino, en el que intento vivir ocultando esos fallos, para que cualquiera que viese el dibujo no lo descubriese.
Algunos se daban cuenta, y terminaba por no importar su opinión porque me decían "lo has intentado, y aunque no es perfecto, te ha quedado genial y es tuyo".
Me sacaban sonrisas, hacían que me sintiese bien conmigo misma a pesar de mis fallos.
Otros lo criticaban solo por el hecho de que sabían que podías dar más de mi misma, y a veces una mala crítica es mejor que una buena.
Pero luego está esa persona que te dice "no está mal", "está bien", "es mejorable"...Pero tu no te quedas a gusto porque sabes que hay algo escondido en esas palabras transmitidas desde ese pensamiento.
"¿Qué me quieres decir?", "qué piensas?", pero no preguntas por miedo a la respuesta, y es en ese momento que tu mente pasa de un fondo blanco a uno multicolor.
Es un remolino de pensamientos negativos y positivos que atormentan durante horas, días y semanas hasta que llegas a la conclusión de que realmente aquella respuesta no era más que eso sin nada oculto.
Pero el recuerdo de ello seguirá de alguna manera.

Sé que todo lo que hago no es perfecto, por eso me gusta saber la opinión de los demás en caso de no sentirme segura de mí misma, pero cuando me dan respuestas que son, ni si, ni no, me siento mal y por no dar vueltas al asunto, lo dejo tal cual está y creo que todo ello, por escuchar algo que no quiero.